03 de diciembre de 2025

CUANDO LA REALIDAD LE ROBA A LA FICCIÓN

CUANDO LA REALIDAD LE ROBA A LA FICCIÓN

Desde la impostura de una historia inventada, un autor busca siempre esos rasgos de realidad que le den cuerpo a su mentira. Es un equilibrio entre lo que fingimos y lo que podría haber sucedido, ese espacio donde la ficción se vuelve creíble, donde el lector suspende la incredulidad y acepta el juego. Pero, a veces, la realidad se acerca tanto a tu invención que te arrebata los atributos; se apropia de lo inverosímil y te deja solo con la impotencia de quien, por más que imagine lo peor, no logra alcanzar el grado de vileza que la vida real despliega sin pudor.

Es en estos momentos en los que uno entiende que la ficción tiene limites morales que la realidad no respeta. Lo he vuelto a pensar estos días, al leer sobre el escándalo de las pruebas de cribado del cáncer de mama en Andalucía: mujeres a las que no se les comunicó un diagnóstico, cartas y llamadas que nunca llegaron, vidas que dependían de una cita que nadie gestionó. La negligencia, ese eufemismo que usamos para no pronunciar la palabra crimen se repite con una frialdad burocrática que ni siquiera cabe en la imaginación más cruel.

Como autor, uno explora las zonas oscuras de la condición humana para retratar la sociedad que habita. Pero hay veces en que la sociedad se retrata sola, sin metáforas, sin necesidad de inventar nada. Lo hace a través de personajes reales que encarnarían, sin esfuerzo, el titulo de cualquier novela de nuestra época: Los que nunca pagan.

Porque siempre hay alguien que no paga: ni el político que intenta convertir la salud en un negocio, ni el gestor que archiva un aviso de cáncer como si fuera un tramite más, ni el sistema que convierte el dolor en estadística. Pagan otros, los de siempre; los que confían, los que esperan, los que creen en el Estado y cumplen. Y es entonces cuando nos avergonzamos, sabiendo que ninguna historia podrá competir con esta realidad que nos desborda.